Don Juan Facundo Quiroga, General de mucho bando, Que tuvo tropas de líneas Muchos pueblos a su mando.
Hombre funesto y terrible Que fue el terror de Los Llanos, Era feroz, sanguinario, Bárbaro, cruel e inhumano.
Tenía por apodo "El Tigre", Por su alma tan alevosa, Por su presencia terrible y su crueldad espantosa.
Salta, Tucumán, Santiago, Se hallaban desavenidos. Marchó Quiroga a arreglarlos Para dejarlos unidos.
Al partir le dice al pueblo Como algo que ya presiente: Sí salgo bien, volveré, Si no ¡Adiós, para siempre!
Al ausentarse Quiroga Ya le anunciaba el destino Que había de perder la vida, En ese largo camino.
Llevaba por compañero A su secretario Ortiz, Y apuraba la galera En aquel viaje infeliz.
A pocas horas de andar En un arroyo fangoso, Se le agarró la galera, Y allí se puso penoso.
Acude el maestro de posta, Mas no pudiendo salir, Al maestro mismo, Quiroga, A las varas lo hizo uñir.
Al fin pudieron zafar, Y como una exhalación Cruzaba el coche la pampa, Sin hallar interrupción.
En cada posta que llega, Pregunta muy afligido La hora que ha pasado un chasqui De Buenos Aires venido.
Le contestan que hará una hora, Entonces, con duro acento, ¡Caballos!, les pega el grito, ¡Sin pérdida de momento!
Y su marcha continúa, Mas quiso también el cielo, Molestar a ese bandido Que había ensangrentado el suelo.
Durante tres días seguidos Le hace llover permanente; Se pone el camino horrible Convertido en un torrente.
Al entrar en Santa Fe, Se le aumenta su inquietud Y en desesperada angustia, Se pone con prontitud.
Le avisan que no hay caballos En la "Posta de Pavón" Y que el maistro estaba ausente, Para mayor confusión.
Sufre una horrible agonía Al prever una parada, Y grita ¡Traigan caballos! Con una voz angustiada.
Causaba asombro de ver En este hombre tan terrible, Ese extraño sobresalto Donde el miedo era visible.
Después que logran marchar Dice, viendo para atrás: -"Si salgo de Santa Fe No temo por lo demás."
Al pasar el río Tercero Todos los gauchos acuden, A ver a ese hombre famoso, Tal vez que en algo le ayuden,
De alli lo hicieron pasar Casi alzando la galera. Por último, llega a Córdoba, Donde Reinafé lo espera.
Estando en la posta ya, Pidiendo a gritos caballos, Ha llegado Reinafé, Solícito a saludarlo.
Quiroga a las nueve y media Había a este punto llegado, No encontró caballo pronto, Por su arribo inesperado.
Muy amable Reinafé Lo invitaba atentamente: -Pase en la ciudad la noche, Lo atenderé dignamente.
Pero el salvaje Quiroga, Sin ninguna educación, Dice: ¡Caballos preciso, Para mejor atención!
Viéndose así Reinafé, Por ese hombre, despreciado, Se regresó a la ciudad Enteramente humillado.
Le llevaron los caballos A las doce de la noche, Hora en que siguió su viaje Con Ortiz dentro del coche.
Al fin Quiroga llegó, A Tucumán y Santiago, Arregló todas las cosas Y emprende su viaje aciago.
¡A Córdoba! pega el grito, Y los postillones tiran, Resuenan los latigazos Y los caballos se estiran.
Quiroga lo sabe todo, Hasta el peligro salvado, Sabe el grande que le espera Del enemigo burlado.
jueves, 5 de agosto de 2010
Se reanuda la lucha en la Tablada
Al ver que Quiroga, con las pocas fuerzas de caballería que le quedan, se interna en un espeso monte, Paz lo considera definitivamente vencido y ordena que sus tropas marchen sobre la ciudad de Córdoba, donde están la infantería y la artillería de aquél, para retomarla. Pero Facundo aún no se considera vencido, y pronto va a dar pruebas de ello.En horas de la noche, mientras los soldados del general Paz festejan una victoria que aún no lograron por completo, Quiroga abandona el bosque con su caballería, manda salir la artillería y la infantería que tiene en la ciudad, se coloca al frente de todos los efectivos y se dispone a librar una batalla en cuyo éxito nadie puede creer, razonablemente.
Comienza la batalla de la Tablada
El 22 de junio de 1829, las fuerzas de Paz y Quiroga se disponen para dar comienzo a la batalla de la Tablada. El primero de ellos encierra a sus tropas en un gran corral con espesos cercos, en el que manda abrir tres grandes brechas. El segundo espera con sus fuerzas tendidas en línea de batalla, en campo abierto.Tan pronto como Facundo se convence de que el enemigo está dispuesto a librar batalla, se mueve con la vertiginosa rapidez y violencia que le son características y, aprovechando la superioridad numérica de que dispone, despliega su línea, envolviendo a la de Paz en toda su extensión y por ambos costados.Es la iniciativa y la resolución del jugador la que actúa. Todo o nada. Es la apuesta integral; absoluta. Un claro y terminante grito, digno de Facundo "¡Copo la banca!"En un momento, el ala derecha del ejército de Paz, que está al mando del coronel Lamadrid, es arrollada y perseguida hasta el sitio mismo en que se encuentran la artillería y la infantería. La caballería de Facundo resulta incontenible. Se lanza inclusive sobre los cañones, los enlaza y los arrastra.La batalla de la Tablada parece haberse resuelto en esta primera carga. Pero, en realidad, recién comienza. Los milicianos ubicados en el ala derecha de Paz, que son los que reciben el fuerte golpe inicial, se desbandan, abandonan el campo de batalla y propalan a los cuatro vientos que se pierde todo.
El "manco" Gral. Paz.
Cuando amanece, Paz se dispone a iniciar el combate. Monta a caballo para hacer personalmente el último reconocimiento, y descubre que el ejército de Facundo no está a la vista.En el primer momento, el general Paz se desconcierta. Después se desespera, porque comprende que ha caído en una trampa preparada por Facundo. Quiere movilizarse en el acto, pero los jefes a sus órdenes le advierten que la tropa no ha comido, que los caballos no toleran una nueva y dilatada marcha.
Gral. Paz
Enterado de la ubicación de su enemigo, el general Paz avanza violentamente, de día y de noche, a pesar de que las lluvias convierten los caminos en verdaderos lodazales y que sus tropas van rendidas de cansancio. Lo guía el propósito de resolver el problema cuanto antes, en un solo combate, especialmente porque la ciudad de Córdoba, que queda a sus espaldas, no tiene suficientes medios de defensa. Llega por fin, tras grandes sacrificios, a la margen del río Tercero, cuando ya es de noche. Se preparan para atacar al enemigo, que está en la orilla opuesta, al amanecer el día siguiente.
Vísperas de la tablada
En su marcha para enfrentarse con el general Paz, Facundo acampa en las inmediaciones de Río Cuarto, población que el enemigo no parece dispuesto a defender. Su ejército, en estos momentos, está compuesto por unos cinco mil hombres, entre riojanos, catamarquefios, puntanos, mendocinos y corbodeses, pues los sanjuaninos, sublevados en el camino contra sus propios conductores, han regresado al punto de partida. Para castigar a los autores de esta sedición Quiroga manda al coronel Félix Aldao, quien una vez en San Juan procede violentamente contra los cabecillas del motín, la mayoría de los cuales es pasada por las armas.Además de los Aldao, que mandan los efectivos de Mendoza y San Luis, van junto a Quiroga el general Bustos, ex gobernador de Córdoba, y el coronel Figueroa Cáceres, gobernador de Catamarca.Desde Río Cuarto el ejército federal avanza hasta el Salto del río Tercero, donde se detiene en medio de un fuerte temporal de lluvia y viento.
Confederación
El control de la Confederación Argentina pasó a estar en manos de los federales. En particular, de Rosas, López y Quiroga. Mientras Rosas logró mantener buenas relaciones con ambos, Quiroga y López comenzaron a tener problemas. En primer lugar, Quiroga pretendía tener algún derecho sobre Córdoba, donde López había nombrado un gobernador a un federal de su mayor confianza, José Vicente Reinafé, que junto con sus hermanos formaba un clan que gobernaría la provincia por algo más de tres años. También tuvo problemas por un caballo, que había sido de Facundo pero estaba en poder de López.Quiroga pasó los siguientes años en Buenos Aires, donde desempeñó un papel relevante: allí se debatía si el país debía darse o no una Constitución federal. Quiroga era partidario de una rápida organización nacional, pero otros caudillos — especialmente Rosas — no estaban de acuerdo, ya que sostenían que aún debía esperarse a que maduren las condiciones. Las ideas constitucionales de Quiroga aparecen expuestas en la carta que le enviara a Pío Isaac Acuña, destacado dirigente del partido federal catamarqueño y presidente de la Sala de Representantes de esa provincia.
Notas
Algunos autores consideran que Quiroga estaba preso por razones políticas, y lo que usó fue un asta, según propia declaración en el archivo de San Luis. No está claro de qué clase de asta hablaba, si la de una bandera o un cuerno de vaca (chifle) de los que se usaban para transportar pequeñas cantidades de agua.
↑ Parte del dinero destinado al proyecto de minas en La Rioja fue desviado a financiar el ejército de Lamadrid, en su política agresiva de interferencia en los asuntos internos de la provincia de Catamarca; y, por ende, de ataque a los gobiernos aliados del partido federal catamarqueños — el de La Rioja, entre ellos.
↑ Parte del dinero destinado al proyecto de minas en La Rioja fue desviado a financiar el ejército de Lamadrid, en su política agresiva de interferencia en los asuntos internos de la provincia de Catamarca; y, por ende, de ataque a los gobiernos aliados del partido federal catamarqueños — el de La Rioja, entre ellos.
Sus acciones
.La Rioja, 1793 - Barranca Yaco, 1835) Militar y político argentino. Reveló desde niño una audacia y temeridad notables. En 1806 sus padres lo enviaron a Chile con un cargamento de granos y el joven Facundo se jugó el producto de la venta y lo perdió. Trabajó como peón en una estancia en Plumerillo y los acontecimientos de Mayo de 1810 lo sorprendieron en Buenos Aires.
Allí fue enrolado en el regimiento de Arribeños. Tenía condiciones para el mando pero no para someterse a la rígida disciplina militar, por lo que desertó. Hacia 1816-1818 se desempeñó como capitán de milicias adiestrando reclutas, capturando desertores, organizando milicianos para los ejércitos de la patria y participando en algunas acciones contra los españoles.
Allí fue enrolado en el regimiento de Arribeños. Tenía condiciones para el mando pero no para someterse a la rígida disciplina militar, por lo que desertó. Hacia 1816-1818 se desempeñó como capitán de milicias adiestrando reclutas, capturando desertores, organizando milicianos para los ejércitos de la patria y participando en algunas acciones contra los españoles.
jueves, 27 de mayo de 2010
22 Junio 1829
Bustos le solicitó auxilio a Quiroga. Al mando de 5.000 hombres, entre catamarqueños, mendocinos y puntanos, el Comandante de Armas de La Rioja, Facundo Quiroga, enfrentó a Paz, el 22 de junio de 1829, en La Tablada, pero fue derrotado.Atacó a Juan Bautista Bustos, gobernador de Córdoba, el 22 de abril, en San Roque, y se apoderó del gobierno provincial. Bustos le solicitó auxilio a Quiroga. Al mando de 5.000 hombres, entre catamarqueños, mendocinos y puntanos, el Comandante de Armas de La Rioja, Facundo Quiroga, enfrentó a Paz, el 22 de junio de 1829, en La Tablada, pero fue derrotado.
Agosto 1826
Como consecuencia de la revolución federal, apoyada por Bustos, Ibarra y Quiroga contra el gobernador unitario Gutiérrez, asumió la gobernación de Catamarca, habiendo sido depuesto poco después por las tropas del General Gregorio Aráoz de La ...En esos años fue designado administrador de la Capellanía La Toma, por su hermano el Dr. Pedro Ignacio de Acuña. En agosto de 1826 como consecuencia de la revolución federal, apoyada por Bustos, Ibarra y Quiroga contra el gobernador unitario Gutiérrez, asumió la gobernación de Catamarca, habiendo sido depuesto poco después por las tropas del General Gregorio Aráoz de La Madrid. Ante esos sucesos el General Facundo Quiroga lo repuso en el mando de la provincia
jueves, 13 de mayo de 2010
El quería la paz
Quiroga no deseaba seguir la guerra. El 10 de enero de 1830 desde Mendoza escribió a Paz una carta, que tenía la primera declaración a favor de la organización nacional. A pesar de todo siguió la guerra y volvió a enfrentarse a Paz en Oncativo, siendo su ejército destrozado el 25 de febrero de 1830. Se dirigió a Buenos Aires, donde fue recibido como un triunfador. El i8 de diciembre de 1832 los gobiernos de Mendoza y San Juan designaron a Quiroga director de la guerra contra los indios que azotaban sus fronteras.
jueves, 6 de mayo de 2010
La batalla de la Ciudadela
Gral.Gregorio A. de Lamadrid.
A pesar de todos los inconvenientes, cuando se aproxima la hora de la acción, con el ejército de Quiroga colocado fuera del alcance de su artillería, Lamadrid logra estabilizar su línea de batalla. En este momento, Facundo, con una resolución que no podría suponérsele a un hombre que se encuentra enfermo como él, manda que dos de sus escuadrones se adelanten hacia los flancos del ejército de Lamadrid, quien deja que la caballería enemiga se aproxime hasta encontrarse a tiro de cañón. Manda hacer fuego sobre ella, la desorganiza y le ordena al general Pedernera que cargue, a cuyo efecto suspende el fuego de la artillería.Lamadrid, rodeado por sus ayudantes, espera el resultado de la carga de Pedernera, quien en el acto se pone en marcha. De pronto, antes de chocar con los escuadrones enemigos, Pedernera manda que los suyos hagan alto. Ante aquella maniobra inesperada, improcedente, impropia de un jefe militar que ha recibido órdenes de cargar al enemigo, Lamadrid le dice a uno de sus ayudantes:- Corra usted y dígale al coronel Balmaceda que ahora es tiempo de que cargue precipitadamente con la reserva y se lleve por delante aquel escuadrón, porque ese "alto" de Pedernera me indica que huye enseguida.En este momento, cuando la caballería de Balmaceda ya va a la carga, Facundo descubre una nueva oportunidad y manda que sus infantes hagan fuego contra la caballería de Pedernera, que se ha parado frente a sus escuadrones. Esta es la señal del desastre unitario, porque las avanzadas de Pedernera vuelven caras y tras ellas lo hace el resto, poniéndose en precipitada fuga. La última esperanza de Lamadrid es el valiente Balmaceda, coronel graduado que ha dado prueba de su valentía en cien batallas. Mas he aquí que también las tropas de Balmaceda ceden y vuelven caras, huyendo a campo traviesa, con él a la cabeza.En el otro campo, Facundo empieza a comprender que tiene la mejor parte de la contienda ganada. En éste, Lamadrid sabe que empieza la lucha llevando la peor parte. Se desconcierta primero, se desespera después y vacila sin saber qué hacer:"Mi primer ímpetu fue correr al alcance de Pedernera, derribarle de un pistoletazo, así a él como a Balmaceda y contener la tropa".Arranques dignos del temperamento de Lamadrid, pero inapropiados a las circunstancias, como él mismo lo comprende:"Mas reflexioné enseguida que algún tiempo necesitaría para esta operación y volver con la fuerza, y que la infantería, que se veía abandonada por toda la caballería, no podría menos que desalentarse, si faltaba también su general".Ahora la actitud de Lamadrid es épica. Manda que formen sus infantes, deja cincuenta de ellos al cuidado de las piezas de artillería, dispone que las bandas de música encabecen la formación, la precede él mismo, acompañado por el coronel Videla, y marcha en columnas desplegadas contra un enemigo atónito, que retrocede y se desbanda tan pronto como la infantería unitaria, integrada por veteranos de Ituzaingó, inicia sus descargas.Pero está visto que éste es un mal día para Lamadrid, pues al notar que su frente se derrumba, los jinetes de Facundo que persiguen a los de Pedernera y Balmaceda dan vuelta, cargan sobre la infantería unitaria por la espalda, y permiten que sus compañeros reaccionen, rodeando los cañones de Lamadrid, hasta apoderarse de ellos.En este momento Facundo comprende que todo depende de él, recuerda que sólo él es el alma de su ejército, y a pesar del doloroso mal que padece, monta a caballo y encabeza, aunque por breve trecho, la carga de sus llaneros. Aquí termina, prácticamente, la batalla de la Ciudadela, porque a partir de la carga que organiza Facundo todo el espíritu de sacrificio y todo el heroísmo de Lamadrid se estrellan contra la desobediencia de una tropa en derrota, sin moral, sin esperanzas de nada. A pesar de todo, Lamadrid no se entrega. Le avisan que detrás de las líneas enemigas está uno de sus escuadrones, y se dispone a salvarlo por medio de otra de sus maniobras increíbles."Resolvíme en tan desesperada situación, correr un albur atropellando el cerco enemigo con sólo mi fiel y valiente ayudante, mi hermano don Domingo Díaz Vélez y mis dos valientes sargentos, Magallanes y Ludueña, únicos jinetes que me acompañaban".Lamadrid carga contra el cerco enemigo y lo rompe. Pero ¿qué es lo que encuentra detrás? ¿Por qué aquel escuadrón, en lugar de aclamarlo, lo acribilla a balazos? Porque ese escuadrón no le pertenece a él, sino a Quiroga.
A pesar de todos los inconvenientes, cuando se aproxima la hora de la acción, con el ejército de Quiroga colocado fuera del alcance de su artillería, Lamadrid logra estabilizar su línea de batalla. En este momento, Facundo, con una resolución que no podría suponérsele a un hombre que se encuentra enfermo como él, manda que dos de sus escuadrones se adelanten hacia los flancos del ejército de Lamadrid, quien deja que la caballería enemiga se aproxime hasta encontrarse a tiro de cañón. Manda hacer fuego sobre ella, la desorganiza y le ordena al general Pedernera que cargue, a cuyo efecto suspende el fuego de la artillería.Lamadrid, rodeado por sus ayudantes, espera el resultado de la carga de Pedernera, quien en el acto se pone en marcha. De pronto, antes de chocar con los escuadrones enemigos, Pedernera manda que los suyos hagan alto. Ante aquella maniobra inesperada, improcedente, impropia de un jefe militar que ha recibido órdenes de cargar al enemigo, Lamadrid le dice a uno de sus ayudantes:- Corra usted y dígale al coronel Balmaceda que ahora es tiempo de que cargue precipitadamente con la reserva y se lleve por delante aquel escuadrón, porque ese "alto" de Pedernera me indica que huye enseguida.En este momento, cuando la caballería de Balmaceda ya va a la carga, Facundo descubre una nueva oportunidad y manda que sus infantes hagan fuego contra la caballería de Pedernera, que se ha parado frente a sus escuadrones. Esta es la señal del desastre unitario, porque las avanzadas de Pedernera vuelven caras y tras ellas lo hace el resto, poniéndose en precipitada fuga. La última esperanza de Lamadrid es el valiente Balmaceda, coronel graduado que ha dado prueba de su valentía en cien batallas. Mas he aquí que también las tropas de Balmaceda ceden y vuelven caras, huyendo a campo traviesa, con él a la cabeza.En el otro campo, Facundo empieza a comprender que tiene la mejor parte de la contienda ganada. En éste, Lamadrid sabe que empieza la lucha llevando la peor parte. Se desconcierta primero, se desespera después y vacila sin saber qué hacer:"Mi primer ímpetu fue correr al alcance de Pedernera, derribarle de un pistoletazo, así a él como a Balmaceda y contener la tropa".Arranques dignos del temperamento de Lamadrid, pero inapropiados a las circunstancias, como él mismo lo comprende:"Mas reflexioné enseguida que algún tiempo necesitaría para esta operación y volver con la fuerza, y que la infantería, que se veía abandonada por toda la caballería, no podría menos que desalentarse, si faltaba también su general".Ahora la actitud de Lamadrid es épica. Manda que formen sus infantes, deja cincuenta de ellos al cuidado de las piezas de artillería, dispone que las bandas de música encabecen la formación, la precede él mismo, acompañado por el coronel Videla, y marcha en columnas desplegadas contra un enemigo atónito, que retrocede y se desbanda tan pronto como la infantería unitaria, integrada por veteranos de Ituzaingó, inicia sus descargas.Pero está visto que éste es un mal día para Lamadrid, pues al notar que su frente se derrumba, los jinetes de Facundo que persiguen a los de Pedernera y Balmaceda dan vuelta, cargan sobre la infantería unitaria por la espalda, y permiten que sus compañeros reaccionen, rodeando los cañones de Lamadrid, hasta apoderarse de ellos.En este momento Facundo comprende que todo depende de él, recuerda que sólo él es el alma de su ejército, y a pesar del doloroso mal que padece, monta a caballo y encabeza, aunque por breve trecho, la carga de sus llaneros. Aquí termina, prácticamente, la batalla de la Ciudadela, porque a partir de la carga que organiza Facundo todo el espíritu de sacrificio y todo el heroísmo de Lamadrid se estrellan contra la desobediencia de una tropa en derrota, sin moral, sin esperanzas de nada. A pesar de todo, Lamadrid no se entrega. Le avisan que detrás de las líneas enemigas está uno de sus escuadrones, y se dispone a salvarlo por medio de otra de sus maniobras increíbles."Resolvíme en tan desesperada situación, correr un albur atropellando el cerco enemigo con sólo mi fiel y valiente ayudante, mi hermano don Domingo Díaz Vélez y mis dos valientes sargentos, Magallanes y Ludueña, únicos jinetes que me acompañaban".Lamadrid carga contra el cerco enemigo y lo rompe. Pero ¿qué es lo que encuentra detrás? ¿Por qué aquel escuadrón, en lugar de aclamarlo, lo acribilla a balazos? Porque ese escuadrón no le pertenece a él, sino a Quiroga.
jueves, 29 de abril de 2010
Intuición
Los desaciertos de los unitarios, empeñados en organizar el país en un sistema de centralismo y la torpe política de Rivadavia le hacen comprender que los hombres como él deben defenderse para no ser barridos. Le informan que Rivadavia ha concedido la explotación del Famatina a una compañía inglesa que él mismo ha promovido; con el pretexto de la guerra con Brasil, Lamadrid, que fue enviado por el Congreso a Tucumán para enganchar soldados, ha derrocado al gobernador federal y se prepara a liquidar todas las situaciones provinciales que pueden resistir el plan unitario. El cordobés Bustos, el santiagueño Ibarra y el riojano Quiroga serán los primeros destinatario del golpe, todos lo saben pero el Congreso aparenta ignorarlo.
Quiroga intuye que los pueblos desprecian ese régimen que ataca la religión tradicional, roba fuentes de trabajo al interior, agrede las autonomías conquistadas el año 20 y estafa los anhelos de Constitución. Se lanza sobre Tucumán. En la primera campaña fuera de su provincia que afirmará el naciente mito de Facundo. En pocas semanas deshace al gobernador de Catamarca (aliado deLamadrid), y derrota al jefe unitario en el Tala. Luego ocupa Tucumán por uno o dos meses para retornar hacia Cuyo.
Quiroga intuye que los pueblos desprecian ese régimen que ataca la religión tradicional, roba fuentes de trabajo al interior, agrede las autonomías conquistadas el año 20 y estafa los anhelos de Constitución. Se lanza sobre Tucumán. En la primera campaña fuera de su provincia que afirmará el naciente mito de Facundo. En pocas semanas deshace al gobernador de Catamarca (aliado deLamadrid), y derrota al jefe unitario en el Tala. Luego ocupa Tucumán por uno o dos meses para retornar hacia Cuyo.
jueves, 22 de abril de 2010
Versiones
Los escritos de Quiroga resultan muy interesantes. Poseía un estilo elegante y directo; y, como demuestra el final de la carta a Lamadrid arriba citada, evitaba las formalidades inútiles, algo muy raro en su época.
Otra curiosidad suya era el conocimiento que tenía de La Biblia, de la cual lograba citar de memoria páginas enteras.
La rivalidad entre López y Quiroga tuvo visos muy singulares: Quiroga poseía un caballo negro predilecto llamado "El Moro", del cual se decía que adivinaba si vencería o no en la batalla. En cierta ocasión, "El Moro" — del cual se había apropiado Lamadrid — fue encontrado en Córdoba por hombres de Estanislao López, quien se apropió del animal. Quiroga elevó enérgicas protestas y amenazó con una guerra abierta a López. Rosas medió entre ambos, aunque nunca se logró la devolución del caballo. Aprovechando la situación, López afrentó nuevamente a Quiroga, diciéndole que "El Moro" era un "matungo", un caballo de poco valor.
Otra curiosidad suya era el conocimiento que tenía de La Biblia, de la cual lograba citar de memoria páginas enteras.
La rivalidad entre López y Quiroga tuvo visos muy singulares: Quiroga poseía un caballo negro predilecto llamado "El Moro", del cual se decía que adivinaba si vencería o no en la batalla. En cierta ocasión, "El Moro" — del cual se había apropiado Lamadrid — fue encontrado en Córdoba por hombres de Estanislao López, quien se apropió del animal. Quiroga elevó enérgicas protestas y amenazó con una guerra abierta a López. Rosas medió entre ambos, aunque nunca se logró la devolución del caballo. Aprovechando la situación, López afrentó nuevamente a Quiroga, diciéndole que "El Moro" era un "matungo", un caballo de poco valor.
jueves, 15 de abril de 2010
Carta de Facundo Quiroga a Juan Manuel de Rosas
Los caudillos asumirían un rol de intermediación con respecto al pueblo soberano, que las minorías ilustradas de las ciudades no podrían alcanzar. Su autoridad devendría de su condición de héroe, de arquetipo humano y, al mismo tiempo, de compartir la aguerrida y dura vida militar con sus subordinados, al margen de las fracciones ideológicas que regían la época. En las presentes correspondencias, el debate gira en torno a la necesidad o no de constituir una Comisión Representativa que moderaría el poder de los gobernadores porteños frente a las demás provincias y en las diferencias entre ambos caudillos.
Tucumán, enero 12 de 1832
SEÑOR DON JUAN MANUEL DE ROSAS:
Amigo de todo mi aprecio: contestando a su favorecida del 14 de diciembre digo a usted: que el no haberle dicho nada del parecer que me pedía en su apreciable de 4 de octubre con respecto a la formación de la Comisión Representativa y de la oportunidad para la reunión del Congreso, fue creyendo que mi silencio mismo le debía hacer entender el motivo; pero ya que no lo ha comprendido se lo explicaré claro y terminante. Usted sabe, porque se lo he dicho varias veces, que yo no soy federal, soy unitario por convencimiento; pero sí con la diferencia de que mi opinión es muy humilde y que yo respeto demasiado la de los pueblos constantemente pronunciada por el sistema Federal; por cuya causa he combatido con constancia contra los que han querido hacer prevalecer por las bayonetas la opinión a que yo pertenezco, sofocando la general de la República; y siendo esto así, como efectivamente lo es, ¿cómo podré yo darle mi parecer en un asunto en que por las razones que llevo expuestas necesito explorar a fondo la opinión de las provincias, de las que jamás me he separado, sin embargo, de ser opuesta a la de mi individuo? Aguarde pues un momento, me informaré y sabré cuál es el sentimiento o parecer de los pueblos y entonces se lo comunicaré, puesto que es justo que ellos obren con plena libertad, porque todo lo que se quiera, o pretenda en contrario, será violentarlos, y aun cuando se consiguiese por el momento lo que se quiera, no tendría consistencia, porque nadie duda de todo lo que se hace por la fuerza o arrastrado de un influjo no puede tener duración siempre que sea contra el sentimiento general de los pueblos(...)Saluda a usted con la consideración que acostumbra, su amigo afectísimo que besa su mano.
JUAN FACUNDO QUIROGA
Tucumán, enero 12 de 1832
SEÑOR DON JUAN MANUEL DE ROSAS:
Amigo de todo mi aprecio: contestando a su favorecida del 14 de diciembre digo a usted: que el no haberle dicho nada del parecer que me pedía en su apreciable de 4 de octubre con respecto a la formación de la Comisión Representativa y de la oportunidad para la reunión del Congreso, fue creyendo que mi silencio mismo le debía hacer entender el motivo; pero ya que no lo ha comprendido se lo explicaré claro y terminante. Usted sabe, porque se lo he dicho varias veces, que yo no soy federal, soy unitario por convencimiento; pero sí con la diferencia de que mi opinión es muy humilde y que yo respeto demasiado la de los pueblos constantemente pronunciada por el sistema Federal; por cuya causa he combatido con constancia contra los que han querido hacer prevalecer por las bayonetas la opinión a que yo pertenezco, sofocando la general de la República; y siendo esto así, como efectivamente lo es, ¿cómo podré yo darle mi parecer en un asunto en que por las razones que llevo expuestas necesito explorar a fondo la opinión de las provincias, de las que jamás me he separado, sin embargo, de ser opuesta a la de mi individuo? Aguarde pues un momento, me informaré y sabré cuál es el sentimiento o parecer de los pueblos y entonces se lo comunicaré, puesto que es justo que ellos obren con plena libertad, porque todo lo que se quiera, o pretenda en contrario, será violentarlos, y aun cuando se consiguiese por el momento lo que se quiera, no tendría consistencia, porque nadie duda de todo lo que se hace por la fuerza o arrastrado de un influjo no puede tener duración siempre que sea contra el sentimiento general de los pueblos(...)Saluda a usted con la consideración que acostumbra, su amigo afectísimo que besa su mano.
JUAN FACUNDO QUIROGA
jueves, 8 de abril de 2010
Un caudillo federal
Establecido el gobierno federal, aumentó su fortuna mediante la concesión obtenida del gobierno local, en conjunto con los grupos riojanos y porteños, para explotar las minas de cobre y plata de la región, y de esta manera poder acuñar moneda propia en 1821 hasta 1823, de estilo macuquina y de diferentes denominaciones — 1/2R; 1R; 2R y de 4R — en 1824 empezó a copiar el formato de las del año XIII, y debido a su gran éxito y aceptación riojana, trascendió las fronteras provinciales, extendiéndose a todas las Provincias del Río de la Plata (1824 - 1837), también de diferentes denominaciones — reales y soles de plata: 1R; 2S; 4S; 8R, y escudos de oro: 2E; 8E — .
Cuando el ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, licita esas minas a inversores británicos, sobre las cuales no tenían derechos, más la leva forzada realizada por el general Gregorio Aráoz de La Madrid en Tucumán y Catamarca para la Guerra del Brasil, y el tratado realizado por el gobierno de Buenos Aires (como Representante de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina) con Gran Bretaña por el cual se establece la libertad religiosa, deciden tomar partido en la lucha entre unitarios (partidarios de un gobierno liberal fuerte establecido en Buenos Aires) y federales. En parte como excusa, llevó en sus campañas la bandera de Religión o Muerte, como manifestación de oposición a la política religiosa de Rivadavia.
Por su parte, Rivadavia fue electo presidente por el Congreso General de 1824, aunque sin una constitución que lo avalara. Su política fue decididamente centralista, y pretendió imponer su voluntad por la fuerza a los gobiernos provinciales opositores.[7]
Hasta ese momento, Facundo era más bien un militar destacado, con alguna inclinación a imponer su voluntad sin consideraciones, pero de ninguna manera un caudillo violento o sanguinario. No se inclinaba hacia el federalismo ni hacia el unitarismo. Más tarde declararía que era unitario por convicción, pero que se hizo federal porque esa era la voluntad de los pueblos.
En la provincia de Catamarca estuvo por iniciarse un enfrentamiento interno en 1825 que se pudo evitar por la mediación de Quiroga, saliendo de garante entre el gobernador Manuel Antonio Gutiérrez y sus opositores. Pero éste último violó el acuerdo, reiniciando la guerra civil y llevando en su contra al caudillo riojano. Éste invadió Catamarca y lo derrocó, casi sin luchar. Pero el gobernador depuesto llamó en su ayuda a Lamadrid — que se había apoderado del gobierno de la provincia de Tucumán — reponiéndolo en el mismo. Entonces Quiroga volvió sobre Catamarca nuevamente, expulsando a Gutiérrez, y luego siguió camino hacia Tucumán, adonde derrotó a Lamadrid en la batalla de El Tala, el 27 de octubre de 1826. Lamadrid fue dado por muerto, por lo que Quiroga se retiró.
De allí pasó a San Juan, donde aseguró el poder para el partido federal, colocando en el gobierno a un pariente suyo. Ese mismo año de 1826, el Congreso sancionó una constitución unitaria, a la que la mayor parte de las provincias se opuso. Sólo Salta y Tucumán aprobaron esa constitución. Se dijo que el enviado por el Congreso para presentar la constitución a Quiroga se encontró con éste en San Juan, donde lo encontró recostado sobre su recado bajo un toldo de cuero, en un campo de alfalfa. Sin levantarse, garabateó en la primera hoja Despachado, y envió al diputado porteño de regreso a Buenos Aires.
Cuando supo que Lamadrid había sobrevivido y nuevamente ocupaba el gobierno de Tucumán (y Gutiérrez el de Catamarca), y que además había invadido Santiago del Estero, volvió a invadir Tucumán, pasando por Santiago. Derrotó por completo a Lamadrid en la batalla de Rincón de Valladares, el 6 de julio de 1827. Impuso una fuerte contribución a la provincia para resarcirse de los gastos que le habían obligado a hacer. Como la legislatura quiso evitar esa indemnización, le escribió:
"... si no se me satisface antes de las dos horas de este día, me haré pagar, no la suma de 24000 pesos, sino todos los gastos que he hecho, y todas las pérdidas que he sufrido en mis negocios. Cuidado, pues, no haya equivocación. Las generosidades tienen sus límites... pasada la hora mencionada, sin haber recibido la pequeña suma que pido, empezaré a hacer sentir inmediatamente los estragos de la guerra."
Cobró lo exigido sin problemas, y colocó un gobierno federal en Tucumán. La batalla de Rincón aceleró la renuncia del unitario Rivadavia al gobierno nacional, y desde entonces controló la política de las provincias de Cuyo, La Rioja y Catamarca, y tuvo una fuerte influencia sobre Santiago del Estero y Córdoba.
Cuando el ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, licita esas minas a inversores británicos, sobre las cuales no tenían derechos, más la leva forzada realizada por el general Gregorio Aráoz de La Madrid en Tucumán y Catamarca para la Guerra del Brasil, y el tratado realizado por el gobierno de Buenos Aires (como Representante de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina) con Gran Bretaña por el cual se establece la libertad religiosa, deciden tomar partido en la lucha entre unitarios (partidarios de un gobierno liberal fuerte establecido en Buenos Aires) y federales. En parte como excusa, llevó en sus campañas la bandera de Religión o Muerte, como manifestación de oposición a la política religiosa de Rivadavia.
Por su parte, Rivadavia fue electo presidente por el Congreso General de 1824, aunque sin una constitución que lo avalara. Su política fue decididamente centralista, y pretendió imponer su voluntad por la fuerza a los gobiernos provinciales opositores.[7]
Hasta ese momento, Facundo era más bien un militar destacado, con alguna inclinación a imponer su voluntad sin consideraciones, pero de ninguna manera un caudillo violento o sanguinario. No se inclinaba hacia el federalismo ni hacia el unitarismo. Más tarde declararía que era unitario por convicción, pero que se hizo federal porque esa era la voluntad de los pueblos.
En la provincia de Catamarca estuvo por iniciarse un enfrentamiento interno en 1825 que se pudo evitar por la mediación de Quiroga, saliendo de garante entre el gobernador Manuel Antonio Gutiérrez y sus opositores. Pero éste último violó el acuerdo, reiniciando la guerra civil y llevando en su contra al caudillo riojano. Éste invadió Catamarca y lo derrocó, casi sin luchar. Pero el gobernador depuesto llamó en su ayuda a Lamadrid — que se había apoderado del gobierno de la provincia de Tucumán — reponiéndolo en el mismo. Entonces Quiroga volvió sobre Catamarca nuevamente, expulsando a Gutiérrez, y luego siguió camino hacia Tucumán, adonde derrotó a Lamadrid en la batalla de El Tala, el 27 de octubre de 1826. Lamadrid fue dado por muerto, por lo que Quiroga se retiró.
De allí pasó a San Juan, donde aseguró el poder para el partido federal, colocando en el gobierno a un pariente suyo. Ese mismo año de 1826, el Congreso sancionó una constitución unitaria, a la que la mayor parte de las provincias se opuso. Sólo Salta y Tucumán aprobaron esa constitución. Se dijo que el enviado por el Congreso para presentar la constitución a Quiroga se encontró con éste en San Juan, donde lo encontró recostado sobre su recado bajo un toldo de cuero, en un campo de alfalfa. Sin levantarse, garabateó en la primera hoja Despachado, y envió al diputado porteño de regreso a Buenos Aires.
Cuando supo que Lamadrid había sobrevivido y nuevamente ocupaba el gobierno de Tucumán (y Gutiérrez el de Catamarca), y que además había invadido Santiago del Estero, volvió a invadir Tucumán, pasando por Santiago. Derrotó por completo a Lamadrid en la batalla de Rincón de Valladares, el 6 de julio de 1827. Impuso una fuerte contribución a la provincia para resarcirse de los gastos que le habían obligado a hacer. Como la legislatura quiso evitar esa indemnización, le escribió:
"... si no se me satisface antes de las dos horas de este día, me haré pagar, no la suma de 24000 pesos, sino todos los gastos que he hecho, y todas las pérdidas que he sufrido en mis negocios. Cuidado, pues, no haya equivocación. Las generosidades tienen sus límites... pasada la hora mencionada, sin haber recibido la pequeña suma que pido, empezaré a hacer sentir inmediatamente los estragos de la guerra."
Cobró lo exigido sin problemas, y colocó un gobierno federal en Tucumán. La batalla de Rincón aceleró la renuncia del unitario Rivadavia al gobierno nacional, y desde entonces controló la política de las provincias de Cuyo, La Rioja y Catamarca, y tuvo una fuerte influencia sobre Santiago del Estero y Córdoba.
El tigre de los Llanos
Hijo de José Quiroga, un hacendado sanjuanino que migró a la norteña provincia de La Rioja (Argentina), estableciendo su estancia en el sureste de La Rioja, en la zona llamada Los Llanos, y que varias veces ejerció como comandante de las milicias de la zona. Su educación fue relativamente buena, para las oportunidades que ofrecía la provincia.
Hacia 1815 viajó a Buenos Aires, donde recibió alguna formación militar por un breve período. En 1817 fue nombrado jefe de las milicias de la comarca, con el grado de capitán, y participó en las luchas por la independencia organizando milicias, persiguiendo desertores y enviando ganados al Ejército del Norte y al Ejército de los Andes. En particular, colaboró con el comandante Nicolás Dávila, segundo jefe de la columnna del Ejército de los Andes que liberaría Copiapó.
Según su enemigo – y lejano pariente – Domingo Faustino Sarmiento, Facundo Quiroga comenzó a ser famoso por dos hechos: encontrándose a campo traviesa fue perseguido por un "tigre" (yaguareté) que le obligó a tomar refugio en la copa de un algarrobo, auxiliado por unos gauchos, Quiroga mató al "tigre" y recibió el célebre apodo. Lo más probable es que este hecho sea inventado.
El otro hecho, este sí históricamente comprobado, ocurrió el año 1819, en la ciudad de San Luis, donde permanecía prisionero por una causa menor (acaso una riña) junto a más de una veintena de altos oficiales realistas. De ahí que, tras un peligroso motín organizado por estos últimos, Quiroga luchó y mató a varios de ellos, usando como maza los mismos grillos que llevaba puestos. Aquel terrible suceso se conoció, desde ese entonces, como la Matanza de San Luis, localidad en donde fueron asesinados buena parte de la alta oficialidad realista de Chile.
Hasta entonces el poder en el territorio de la provincia de La Rioja se encontraba disputado por dos antiguas familias terratenientes: la de los Ocampo y la de los Dávila. En esa contienda, Quiroga apoyó al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo, pero tras su derrota frente a un grupo de rebeldes venidos de San Juan, ex miembros del Ejército de los Andes transformados en montoneros, resultó determinante para el derrocamiento de Ocampo y su reemplazo por Nicolás Dávila. Reforzó su poder militar incorporando a los "Auxiliares de los Andes" a sus fuerzas.
Sin embargo, luego de acceder al gobierno provincial, los Dávila desconfiaron de Quiroga por el prestigio que éste había obtenido entre la población. Tras eliminar en un duelo a Miguel Dávila en la batalla de El Puesto, Facundo Quiroga accedió al gobierno provincial. Si bien renunció a éste unos meses después, desde entonces se mantuvo como el caudillo indiscutido de los riojanos.
Hacia 1815 viajó a Buenos Aires, donde recibió alguna formación militar por un breve período. En 1817 fue nombrado jefe de las milicias de la comarca, con el grado de capitán, y participó en las luchas por la independencia organizando milicias, persiguiendo desertores y enviando ganados al Ejército del Norte y al Ejército de los Andes. En particular, colaboró con el comandante Nicolás Dávila, segundo jefe de la columnna del Ejército de los Andes que liberaría Copiapó.
Según su enemigo – y lejano pariente – Domingo Faustino Sarmiento, Facundo Quiroga comenzó a ser famoso por dos hechos: encontrándose a campo traviesa fue perseguido por un "tigre" (yaguareté) que le obligó a tomar refugio en la copa de un algarrobo, auxiliado por unos gauchos, Quiroga mató al "tigre" y recibió el célebre apodo. Lo más probable es que este hecho sea inventado.
El otro hecho, este sí históricamente comprobado, ocurrió el año 1819, en la ciudad de San Luis, donde permanecía prisionero por una causa menor (acaso una riña) junto a más de una veintena de altos oficiales realistas. De ahí que, tras un peligroso motín organizado por estos últimos, Quiroga luchó y mató a varios de ellos, usando como maza los mismos grillos que llevaba puestos. Aquel terrible suceso se conoció, desde ese entonces, como la Matanza de San Luis, localidad en donde fueron asesinados buena parte de la alta oficialidad realista de Chile.
Hasta entonces el poder en el territorio de la provincia de La Rioja se encontraba disputado por dos antiguas familias terratenientes: la de los Ocampo y la de los Dávila. En esa contienda, Quiroga apoyó al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo, pero tras su derrota frente a un grupo de rebeldes venidos de San Juan, ex miembros del Ejército de los Andes transformados en montoneros, resultó determinante para el derrocamiento de Ocampo y su reemplazo por Nicolás Dávila. Reforzó su poder militar incorporando a los "Auxiliares de los Andes" a sus fuerzas.
Sin embargo, luego de acceder al gobierno provincial, los Dávila desconfiaron de Quiroga por el prestigio que éste había obtenido entre la población. Tras eliminar en un duelo a Miguel Dávila en la batalla de El Puesto, Facundo Quiroga accedió al gobierno provincial. Si bien renunció a éste unos meses después, desde entonces se mantuvo como el caudillo indiscutido de los riojanos.
Su historia de vida
Juan Facundo Quiroga. Nació en San Antonio, provincia de La Rioja, Argentina, 1788 y murió en Barranca Yaco, Córdoba, Argentina, 16 de febrero de 1835. Fué un caudillo argentino de la primera mitad del siglo XIX, partidario de un gobierno federal durante las guerras intestinas en su país, posteriores a la declaración de la independencia; fue apodado El Tigre de los Llanos tanto por sus amigos como por sus enemigos.
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